Fénix Carrier

T2-35 – Fénix – Gustar más

No contento con las opiniones reticentes de Marta y Ricardo, he seguido dándole vueltas a mi teoría de la follabilidad.

Quizás no es posible ser una Marilyn Monroe que pusiera a todos los tíos de acuerdo.

Quizás Marta y Ricardo sí tenían razón en que no era posible gustar a todo el mundo. Pero yo seguía convencido de que había palancas que uno podía accionar para gustar a una gran mayoría. Y yo, sinceramente, ya estaba cansado de esperar a esa diminuta minoría a la que en teoría debía gustar…

No sé qué pensará el resto, pero me daba la impresión de que por más que yo intentaba explotar mi físico, lucirme, por decirlo en otras palabras, no conseguía llamar la atención de nadie. Sin embargo, miraba a mi alrededor y todo el mundo parecía saber tocar las teclas adecuadas.

En el ambiente gay existen innumerables tribus: osos, musculados, chandaleros, pijos… Cada uno con su estética, que no solo es una forma de expresarse, si no también de gustar.

Me levanté y abrí mi armario empotrado.

Ropa moderna, de marcas comerciales y asequibles, mona, que daba buenas combinaciones…

Pero quizás el resultado, aunque estéticamente correcto, no pasaba de ser un maniquí del bershka.

Reflexioné sobre lo que veía en el ambiente: osos que se relacionaban con osos y se seducían con la estética; modernas que se relacionaban con modernas y se seducían con la estética; musculados que…

Eso era lo obvio, pero el ambiente era más complejo: cazadores que no eran estéticamente osos, pero a los que les gustaban los osos; osos, que no buscaban osos, sino cazadores, o delgados; modernas que querrían tirarse a un tiarrón; tiarrones que les encantan los chicos con rollazo en la estética; musculados que se sienten atraídos por gorditos; gorditos que encandilan a fibrados…

Al final parecía que la gente obtenía resultados mandando la señal adecuada a su público objetivo.

Conclusión: yo debía estar confundiéndome al mandar las señales a mi público objetivo. ¿Sería esa la teoría de «El Lugar en el Universo«, de la que me hablaba Ricardo?

Sacudí la cabeza. No podía descartar todavía la idea de mi amigo, pero me resultaba demasiado abstracta, y no conseguía ver de qué hilo tirar.

Volviendo a un plano más terrenal, más tangible para mí, la cosa cambiaba, porque mis ojos sí veían qué palancas se podían accionar… aunque no supieran bien ni cómo ni con qué posible resultado.

En definitiva, era más fácil buscar mi público objetivo y entender cómo llamar su atención, que discernir qué posición me había dado el Destino en el Universo, y cómo actuar en consecuencia.

La pregunta era: ¿cuál era mi público objetivo?

A mí no me gustaba un tipo de hombre. Me gustaban más unos hombres que otros, pero yo solo quería ENAMORARME.

No podía enfocarme en una tribu, porque ese no era mi rollo. Tan pronto me podía gustar un chaser, como un musculado, como que me podía gustar un oso…

No podía enfocar mi estética hacia unos, y olvidarme del resto.

Y yo estaba seguro de que había una forma de atraer más la atención de los hombres en general. Hacer algo con mi físico…

Yo estaba solas en mi cuarto, pero en ese momento pude oír la voz de Marta dentro de mi cabeza diciéndome:

“¿Tú te estás oyendo, Cari?”

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