Fénix Carrier

T2-15- Fénix – Tinder y las expectativas

Tinder prometía, como todas las aplicaciones móviles de ligue.

Tras ver el percal existente en Grindr y Wapo, y después de pasar una semana dando vueltas por el piso gimoteando constantemente un “no puedo competir contra todos esos”, a Ricardo, un día a la vuelta del curro, se le fundieron los plomos.

“Pues no te crees un perfil en Grindr y háztelo en Tinder”.

“¿Tinder?”

Siempre se me olvida que Ricardo va dos pasos por delante de mí en todo.

“Es otra aplicación para ligar, pero más de buscar novio que sexo”.

Se me iluminó el rostro.

“¡Eso es lo que yo quiero!”, le cogí por las solapas de la camisa. “Dime por dios que no es una app exclusiva para iPhone”.

Ricardo sonrió.

“Los kakandoird también podéis usarla”.

Me ayudó a descargarla. Parecía menos agresiva que Grindr o Wapo, porque no te exponías ahí como un trozo de carne… Bueno, te expones, pero no en una cuadrícula esperando hacerte un hueco entre un montón. En esta te muestran un perfil de alguien cercano, si te gusta le das Like y si no, pues Nope, y te muestran el siguiente.

“Y si tú le das Like y él a tu perfil también, entonces el programa te avisa de que habéis hecho match y que ahora podéis hablar”, me terminó de explicar mi amigo.

“¿Match?”, sonreí, pícaro, “Suena intenso”.

“Cuando te suelte alguno algo como que te quiere follar, sí que te sonará intenso”.

Viendo mi cara de pánico, Ricardo se apresuró a añadir entre risas:

“Tranquilo, en Tinder la gente no va tan a saco”.

“Ah”.

“Te noto ansioso por tener novio, Fénix”.

Supongo que ahora que Ricardo no buscaba pareja y se limitaba a explorar solo su faceta sexual, mi objetivo quedaba más patente en aquella casa.

“No lo necesito, la verdad”, dije, “Pero me siento ya despegado completamente del recuerdo de mi anterior relación, ligero y libre. Y aunque no necesite una pareja, yo sé que me gusta tenerla. Me gusta dar cariño y que me lo den. Y sentirme libre, sin esa angustia de cubrir una necesidad emocional, me hace sentir que es el momento adecuado para buscarla”.

Ricardo me miraba atentamente con una suave sonrisa en los labios, asintiendo al escuchar mis palabras.

“Suena muy bien”, dijo, y me guiñó un ojo. Acto seguido bajó la mirada a mi teléfono móvil y le señaló con el mentón: “Suerte, ¡y al toro!”.

Desapareció camino de su habitación.

Yo miré la pantalla de mi teléfono. Tinder me felicitaba por haber creado mi perfil y me preguntaba si deseaba ya ver las personas que había a mi alrededor.

Respiré hondo y le di que sí.

Quizás sea un poco estúpido, pero el corazón me latía con fuerza.

Debo decir que siempre que me habría un perfil en una aplicación, me latía así, de los nervios, pero yo sabía que no era solo por ver qué me encontraba ahí afuera, tras las fotos de perfil suele haber gente simpática, pero de vez en cuando das con algún gilipollas que te puede hacer pasar un mal trago. Eso lo daba por hecho. Pero mi corazón latía con fuerza porque volvía a estar ilusionado. Albergaba esperanzas de encontrar ahí, en esa aplicación, el amor.

Justo antes de ver salir la primera foto de perfil, cerré los ojos.

Respirando hondo.

No, así no quería empezar. No quería crear ilusiones de cristal y verlas hechas añicos porque una aplicación fría, basada en redes sociales cibernéticas, no me daba lo que yo deseaba.

Fuera expectativas, Fénix, me dije. Mantente abierto al amor (era mi nuevo lema), pero no pongas todas tus ilusiones en el mismo caldero.

Asentí, todavía con los ojos cerrados, a solas en mitad del salón.

Cero expectativas. Siéntete libre. Puedes vivir sin pareja. Encontrarla sería guay, pero no imprescindible. Intenta divertirte sin hacer daño a nadie, volví a decirme.

Y con renovado espíritu, abrí los ojos.

En la pantalla del móvil me esperaba un chico sonriente, de apariencia agradable.

“Ay, mira, una grata sorpresa”, dije, a solas en el salón. Nada de fotos de psicópatas, como en Toulouse, ni de pectorales y tabletas de chocolate, como en Grindr.

Eso me animó. Seleccioné ver su perfil y leí su descripción, que no era una descripción en sí:

Llevo un año en Tinder y más de 400 matches, y todavía sigo aquí.

Enarqué las cejas.

Pues empezábamos bien, joder.

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